Diego Maya – Alambre de Púas, Agujas de Coser y El Deber Moral de Amar: Un Viaje de Colombia a Nueva Jersey

Photo courtesy of Diego Maya LinkedIn
NOTA DEL EDITOR: La columna de Diego Maya apareció por primera vez en las redes sociales en julio y fue reimpresa con su aprobación por Front Runner New Jersey.com.
Por Diego F. Maya | Fundador de The Latino Spirit | Translated by Michelle Azpiri
PRINCETON — No estaba preparada para el peso que sentiría en la entrada de la institución en Pereira, Colombia.
Había llegado a través de una amiga que trabajaba allí, con la esperanza de llevar donaciones a un grupo de chicas del que había oído hablar, pero lo que vi me conmovió profundamente. Al detenerse mi taxi, pensé que había llegado a una prisión.
Alambre de púas rodeaba el edificio. No había ventanas. Solo una puerta de acero con una mirilla y un timbre que rompía el silencio. El sonido me sobresaltó; me transportó a esas escenas inquietantes de Cadena perpetua o La milla verde, donde el dolor y el castigo resuenan en pasillos fríos. No parecía un lugar de sanación. Parecía un lugar donde el mundo había olvidado su vergüenza y había seguido adelante.
Dentro no había reclusos, sino sobrevivientes.

Cuarenta niñas, de entre 8 y 18 años, habían sido rescatadas de la esclavitud sexual; muchas de ellas habían sido víctimas de trata por sus propios padres. Algunas ya eran madres. Todas llevaban heridas invisibles, mucho más profundas que cualquier pared o candado. Quién sabe cuán miserable había sido el trato —tan cruel, tan indescriptible— que gran parte de él nunca salió a la luz en los tribunales, porque no soportaban hablar de las dagas que habían traspasado sus almas y destrozado tanto su infancia como su inocencia femenina.
Y al entrar en ese mundo atravesando la gruesa puerta de metal, me pregunté: ¿Así es como nos curamos?
¿Bloqueamos a los sobrevivientes para mantenerlos “seguros”?
¿O simplemente nos hemos quedado como sociedad sin respuestas?
El Imperativo Moral
Años antes, conocí al Dr. Cornel West a la salida de Small World Coffee en Princeton, mi lugar favorito para una cálida taza de reflexión. Le pedí una foto y él amablemente accedió. En aquel entonces, yo aún estaba evolucionando: era un inmigrante que había llegado solo a Estados Unidos a los 10 años. Con el paso de los años, conviví con desconocidos de diferentes orígenes latinoamericanos, abriéndome camino en la vida lo mejor que pude. Primero, a través de la vida, luego a través de la educación, comencé a encontrar mi voz a través de los medios de comunicación, los negocios y la defensa comunitaria.
Ese día, el Dr. West dijo algo que nunca olvidaré:
“La justicia es lo que el amor muestra en público”.
Esa frase resonó en mí mientras me sentía caminando lentamente por ese mundo olvidado, como uno de esos héroes de película, y la puerta de acero se cerraba ante mí en Pereira.
Al recordar ese momento, fue el preciso instante en que comprendí por completo las palabras del Dr. West.
La justicia no es una idea; es una profunda obligación moral. Es un compromiso de presencia. Es negarse a mirar hacia otro lado. Ver el sufrimiento y no hacer nada no es mera inacción; es la mayor traición al amor, una complicidad que hiere el alma.
Una Historia Comienza con Restos
Yo había llegado a Pereira con mi propio interés oculto de conocer a las chicas y con la ayuda de la Concejal de Trenton Yazminelly Gonzalez, y los dueños de negocios de Nueva Jersey Rosa y Freddy Rosado de McDonald’s y Arturo Ortega de La Fortaleza Restaurants, Carolina Moratti Líder Comunitaria de New Brunswick y su hijo Abraham, Olga Carrillo Líder Comunitaria del Condado de Mercer Guatemala y hoy Miembro de la Junta de Educación de las Escuelas Públicas de Lawrenceville, traje lo que pude: mochilas, tenis y ropa donados por nuestras comunidades en casa.
Cuando entré en la sala común de chicas —utilizada para comer, aprender y recibir terapia—, las chicas permanecieron sentadas en silencio, esperando a que yo hablara. Pero no pude. En cambio, simplemente lloré.
Lo que pareció un instante eterno continuó con mi corazón latiendo con fuerza en el silencio.
Era un silencio denso con gritos fuertes que contenían un profundo dolor.
Sus ojos, tan jóvenes y a la vez tan cansados, albergaban preguntas que ningún niño debería tener que hacerse.
Y pensé:
¿Qué clase de mundo les hace esto a los niños?
Llegué con regalos. Pero me fui con un llamado.
La caridad nunca sería suficiente.
Estas chicas necesitaban amor, dignidad y un camino a seguir que pudieran forjar con sus propias manos. La idea no surgió de la noche a la mañana; requirió dos años de esfuerzo dedicado. Dos años para cristalizar la visión, conectar los puntos meticulosamente, invertir tiempo y dinero, y encontrar a las personas adecuadas. De ese trabajo persistente, surgió Hope for Girls.
Con mis propios ahorros, el apoyo de donantes de Nueva Jersey, mi empresa Latino Spirit Media y nuestra organización sin fines de lucro Iniciativas para Asuntos Latinos en EE. UU., construimos un taller de costura dentro de las instalaciones protegidas. Le puse el nombre de mi hija, Paloma, que significa paloma, símbolo de paz y renovación.
Los primeros meses de Hope for Girls se dedicaron a dotar a las niñas de habilidades esenciales. Abordamos desde costura e hilo básicos hasta principios empresariales, el arte del supra-reciclaje y el diseño de prendas esenciales. Estas niñas suelen permanecer en la institución hasta que son adoptadas, cumplen 18 años o se reúnen con un familiar responsable. Una de las muchas niñas a las que he abrazado lleva allí más de cinco años.
La iniciativa se convirtió rápidamente en algo más que una formación profesional. Se convirtió en terapia a través de la creación. Una forma de convertir el dolor en poder.
Me di cuenta de que era una forma de recuperar el control de sus historias y su futuro. Algunas chicas, debido a su historial de autolesiones, ni siquiera podían estar solas con las tijeras. Pero poco a poco, con guía y confianza, empezaron a coser no solo tela, sino esperanza.
24 de junio: Un parto sagrado en Trenton
El 24 de junio de 2025, la capital de Nueva Jersey se convirtió en escenario de algo profundamente hermoso. A través de mi Iniciativa “Los Mejores Latinos de Nueva Jersey”, un esfuerzo por cultivar a esos héroes hispanohablantes ocultos, conocí a José Cabrera. José había creado una liga de fútbol juvenil principalmente para niños latinos de barrios marginales, creciendo de tan solo cinco niños a 350 en un campo de béisbol vacío y pedregoso en el corazón de Trenton, la capital.
Participó en mi evento Top Latinos y obtuvo el tercer lugar en 2024-2025. Al enterarse de Hope for Girls, José tuvo una brillante sugerencia: “¿Por qué no dejamos que las niñas cosan los uniformes de nuestros hijos?”.
Dentro del atrio del edificio municipal de Trenton, entregamos:
*200 uniformes de futbol
*50 camisetas
*40 coleteros hechos a mano
Cada pieza fue elaborada por las niñas de Pereira e incluía una carta escrita a mano y un dibujo de aliento, dirigido a un niño de Trenton.
Los destinatarios eran miembros del Team America, una liga de fútbol local compuesta principalmente por jóvenes de barrios marginales (muchos de ellos inmigrantes de primera y segunda generación de América Central y del Sur).
No eran solo uniformes. Eran mensajes de solidaridad, cosidos con manos temblorosas a lo largo de miles de kilómetros. Cada puntada susurraba:
“No estás olvidado.”
“Tú importas”.
“Tú también puedes soñar.”
La ciudad da un paso adelante
Lo que siguió fue inolvidable. Casi todo el Ayuntamiento de Trenton nos apoyó, no solo físicamente, sino también emocionalmente: la presidenta del Ayuntamiento, Yazminelly González, dijo: “Diego, gracias por mantener a Trenton en primer lugar, sin importar en qué parte del mundo te encuentres”.
Concejala Crystal Feliciano, “Diego, muchas gracias por hacer esto posible y por la colaboración con toda la gente maravillosa”.
La concejala Jenna Figueroa Kettenburg dijo: “Diego, todo lo que tocas es inspirador. Sigue iluminando a Trenton”.
Concejala Teska Frisby: “Gracias, gracias. Estamos muy orgullosos de estar aquí y ser parte de esto”.
La concejala Jennifer Williams, cuya presencia completó el círculo, dijo: “Gracias a todos por ser parte de esto; el deporte es importante para nuestros jóvenes”. También excusó al único concejal que no asistió debido a un incidente imprevisto: el concejal Joseph Harrison. La concejala Jasi Mikae Edwards, quien, entre lágrimas, compartió su propia historia de supervivencia y dolor, agregó: “Sigo conteniendo las lágrimas, porque soy una sobreviviente. Gracias”.
Esta no era una reunión política.
Fue una respuesta humana al sufrimiento y a la esperanza.
Dolor global, sanación local
En un mundo fracturado por las bombas, la desconexión y la indiferencia, este fue un mensaje de paz. Financiado en un 80 % por Guillermo “Will” Garcés, un respetado abogado de Nueva Jersey, y apoyado por José Cabrera, fundador de Team America, este proyecto fue posible gracias a una red de líderes valientes.
En Colombia, gracias a la fundación que alberga a las niñas, Corporación Sirviendo con Amor, y a una poderosa hermandad de voluntarias:
*(Volunteer) Colombia Initiative Director – Paola Escobar Rueda,
Social and Community Worker
*Instructora (Pagada y Voluntaria) Angie Cardona Rengifo Florez
Modelo de Tallas Grandes y Diseñadora de Moda
*Orientación de Proyectos (Voluntaria) – Martha Lucía Flórez Vallejo
Directora de la Fundación y Psicóloga
*Pedagogía (Voluntaria) – Yohana Monsalve Gómez
Especialista en Educación Infantil
(Voluntaria) Confección de Uniformes Sandra Paola Gallego Molina
Instructora de Moda, Centro Nacional de Aprendizaje de Colombia – SENA
En Estados Unidos, nuestro más profundo agradecimiento a:
*Juez retirado Kenneth Gonzalez, Perth Amboy, Nueva Jersey
*Ricardo Ramos, Mariachi Grill – Ewing, Hamilton, Trenton, Nueva Jersey
*Carlos Gomez, Parceros Punto y Coma – Trenton, Ewing, Nueva Jersey
*Cesar Lasso, CJ Lasso Fragrances – Estados Unidos
Más allá de los Medios, Hacia la Misión
Como fundador de Latino Spirit Media y director ejecutivo de Iniciativas para Asuntos Latinos en EE. UU., he dedicado años a contar las historias de nuestra gente: nuestras luchas, nuestros triunfos, nuestros sueños.
Pero esta historia exigía más.
Tenía que vivirse.
Tenía que convertirse en una misión.
Hoy, Hope for Girls – Sewing Dreams es mucho más que coser.
Se trata de:
*Construyendo puentes entre naciones
*Concientizando sobre la trata infantil y la violencia sexual
*Brindando apoyo a comunidades marginadas con sanación, educación y oportunidades
*Porque una sociedad saludable es una sociedad próspera.
Una Reflexión Final
El mundo está sufriendo.
Los niños sufren.
Y, sin embargo, en un edificio sin ventanas, tras un alambre de púas, 40 niñas cosen.
No porque se lo pidieran.
Sino porque querían.
Cosían uniformes.
Escribían cartas.
Dibujaban sueños.
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